La vida del hincha de River en los últimos años ha sido mirar siempre para adelante, a un futuro que es más una zona de promesas que un espacio de certezas y que, al volverse presente, cumple poco y decepciona mucho.
Se fué el Negro Astrada, que había llegado con la promesa (y algunos chispazos al final del campeonato pasado) de buen fútbol, orden y progreso. La propuesta se diluyó. River, sus futbolistas (productos mediocres de una dirigencia nefasta, corrupta y malintencionada que dejó al club lisa y llanamente en pelotas), fagocitan toda buena intención y la corrompen hasta llevarla a la nada. Lo mismo había pasado con el (olvidable) paso de Pipo Gorosito: puras intenciones, malos resultados, crisis y fracaso.
Llegó Cappa. Y llegó con la promesa de "buen fútbol", de "fútbol bien jugado" (no me agrada la evaluación ética como sinónimo de una evaluación estética, pero así lo dicen todos y no me voy a separar de esa forma de hablar porque no encuentro palabras mejores). Llegó Cappa a enseñarles a los jugadores que tiene River a jugar al fútbol con la pelota, a soltarse en la cancha, y a algunos hasta a enseñarles que para correr primero el pié derecho y después el izquierdo (Cabral va a tener que ser el alumno más aplicado ahí).
Vamos a ver si la mediocridad no se come las buenas intenciones. Vamos a ver si a mitad de año llegan "refuerzos de jerarquía". Vamos a ver si, finalmente, no resulta que Cappa también se tiene que ir fracasando.
La venida de Cappa me satisface ideológicamente. Pero el fútbol es mucho más que estilos o ideología.
jueves, 15 de abril de 2010
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